"Y pretenderá ser lo mismo, pero nunca será igual..."

viernes, 3 de agosto de 2012

Inventariando fracasos

Confieso que por las mañanas (en ese momento en que una hace repaso mental e inconsciente de todos sus miembros, del estado de los mismos; El momento de pasar lista y anotar los ausentes, el momento en que uno empieza a ser él mismo) debo mirarme al espejo y presentarme a la otra, a la que está al otro lado reflejando una imagen a la cual, algunas veces conozco y otras no.
 
Reconozco que por las mañanas, en ese momento es que una no debería inventariar fracasos o victorias subjetivas, en ese momento en que aún no he amanecido en mi cerebro, te pienso y te nombro, e intento alejarte, como lo hace un exalcohólico con el whisky, y cierro los ojos y encojo el cuerpo como el niño al que le han levantado muchas veces la mano y sabe del dolor. Tal cual, amándote y sabiendo que desbrozas cada uno de los conatos de mis bosques, de mi forraje ascuado de tus palabras, de tu voz, de ti. De ese soto bosque que intenta renacer, mas fuerte que nunca a golpe de sol y lluvia de temporal y sequía.
 
Debo decir que por las mañanas, en ese momento en que una entiende que el mundo está fuera de las puertas de mi castillo y mi banda sonora, de mi guarida, de mi fortaleza, existe un engranaje que no se detiene jamás por nadie, y alguna canción te nombra, de un modo acróstico, encriptado, secreto...y me creo desvanecer por décimas de segundo y aunque es cierto que cada vez intento encontrar motivos para sonreír, para ser la que alguna vez fui, aún debo ejercitar el sentido de "lo bello", aún debo evitar las inercias hacia la tristeza que me aboca sentirte como te siento.
 
De vez en cuando, soy una pequeña imitación de Icaro: Volando feliz hacia el sol, mientras mis alas se despliegan al terrible final, sin importar demasiado porque estoy aún mas cerca de mi sueño, del sol, de mis obcecaciones de la felicidad a toda costa, sin importar los intentos que dejo en el camino: Una eterna enorme explanada de tierra recién arada, el olor a humedad del terreno, un sol brillante, el mundo...y yo.
 
Otras veces, en cambio, Sísifo me pide relevos, y me hace empujar una piedra por la ladera de una escarpada montaña sin poder alcanzar jamás, esa cima que evita tu nombre, que vive sin tu continua presencia inexistente, el paraíso prometido, la tierra inexplorada...
La cima que me parece imposible alcanzar, porque aun no me siento fuerte como para superar el esfuerzo que supone el reto de dejar de quererte, de amarte, de celarte, de desearte para mí, mío.

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